La electricidad es hoy tan necesaria que nos cuesta creer que durante miles de años, la humanidad no supo aprovecharla. La electricidad siempre existió en la naturaleza pero el hombre no sabía como utilizarla. Nuestros antepasados veían con temor, admiración y respeto los relámpagos, sin embargo, aprendieron a utilizar en su provecho, el fuego que estos mismos relámpagos encendían; y así empezó en la noche de los siglos, la iluminación interior de las cavernas donde vivían . Se cree que la única propiedad de la electricidad, conocida por ellos, fue la del Ambar que al ser frotado atraía pequeños objetos.
En el año 1.660, Otto Von Guericke, físico Alemán, ideó la primera máquina eléctrica, la cual no tuvo aplicación práctica.
En 1.729, el inglés Gray, descubrió la conductividad eléctrica y en 1.733 el francés Dufay demostró que existían los polos negativo y positivo. Hacia 1.752, el estadista y científico norteamericano Benjamin Franklin, estudió experimentalmente la naturaleza del rayo e inventó el pararrayos, mientras a finales de este mismo siglo, el italiano Galvani, realizó en Europa, experimentos sobre la electricidad animal.
Bueno, todo es mejorable, y la primer pila de Volta fue perfeccionándose. En 1836 fue mejorada por el británico John Daniell (1790-1845), quien logró mayor estabilidad y duración. Los siguientes adelantos en la materia son otra historia.
Antes de esto, en 1820, se había dado un gran salto en la comprensión acerca de la relación entre la electricidad y el magnetismo. En ese año el físico danés Hans Christian Oersted demostró que una corriente generaba un campo magnético. Siguiendo este descubrimiento, André-Marie Ampère demostró que un solenoide aumentaba considerablemente el campo magnético generado, en proporción directa con la cantidad de vueltas que se le diera al cable.
Así, desde la pila de Volta, que permitió trabajar con una corriente, los descubrimientos se desencadenaron velozmente.